miércoles, 1 de febrero de 2012

Cartero

 
Éramos muchos, de eso sí que me acuerdo, que debía de ser una fiesta o una manifestación o al menos una reunión, pero de las grandes. El fútbol no era, porque en el fútbol solemos estar puestos de dos en dos y en invierno muy pegados al compañero y ayer había un zurriburri importante. Yo estaba con mi hermano y todo iba como siempre: sin novedad. Sí que es verdad que se me subieron encima unas cuantas veces y yo en ocasiones no me quedó más remedio que hacer lo mismo y quería llegar a casa para darme crema hidratante. Pero entonces tuvo que pasar algo, que no recuerdo. Y este dolor de cabeza, yo, que jamás había tenido dolor de cabeza. Y ese palé y ese muro y creo que detrás de esa verja está La Milagrosa pero dónde coño estoy y por qué voy medio en pelotas. Y por qué estoy solo, dónde está mi hermano. ¿Y nuestro padre? No me atrevo a asomarme mucho, por si me ve alguien conocido. Con esta pinta, además. Nosotros, con lo conocidos que somos… de las familias más conocidas en el mundo de los calzados. ¿No me habrían metido droga en el betún? O peor, ¿garrafón? Sonaba una música muy cañera, me acabo de acordar. Estábamos todos como motos, ahí entre pisando el suelo y levitando: los mocasines, los castellanos, las botas, las zapatillas, los tacones, los pisamierdas, hasta alguna sandalia vi. ¿No me habrán cambiado por otro? ¿Y por qué? Quizá si echo a andar distinga alguna señal que me traiga imágenes, algo que me permita encontrar el camino de vuelta a casa. Qué dolor de cabeza, rediosss. Pero me da vergüenza. Me quedaré aquí. Si me subo a ese árbol seguro que localizo un punto que me sirva de referencia. No había estao aquí en mi vida. ¿No habrá sido capaz de cambiarme por unos comprados en Rebajas? No, imposible, él no es así. ¿Y mi hermano? Él siempre va un poco más abierto a la izquierda, una manía que tiene, como si estuviese pidiendo fuego para el cigarro. A saber dónde andará. A mi me da igual quedarme aquí, pero el invierno es muy duro para andar por una ciudad descalzo. Bien, es verdad, que no me había presentado: me suelen llamar zapato de chúpame la punta. Nada sexual, ojo, una expresión sin más. Tengo 16 años, mi hermano también, mi padre hará 47 en marzo y somos los tres solteros.
¡Pero míralo, míralo, al cabrón de él! ¿A dónde vas, mamooooon?
-    Que me voy a la nieve, joder.
-    ¿Y mi hermano?
-    Se quedó en el bar, con una bota campera.
-    Ala, jódelo. ¿Y esas putas botas apreskis que llevas?
-    Pa la nieve.
-    Jajajaja, ¡pero si no has ido a la nieve en tu vida!
-    Me apetecía…
-    Y ese pelillo como de cuto que tiene, ¿era necesario?
-    Venga, ya vale. Vuelve a casa, que yo estaré para cenar.
-    Venga, va.
-    Y mañana os quiero a los dos bien serenos, que hay mucho curro.
-    Papáaaaaa.
-    ¿Queeeee?
-    ¿No dijiste que te iban a cambiar a oficinas y que dejabas de repartir el correo?
-    Hay recortes.
-    Estoy baldao, padre.
-    Ayer no lo parecía.
-    Coño, para una vez que salgo...
-    Una vez tras otra, dirás.
-    Venga, va, mañana a tope.
-    Y límpiate en el felpudo antes de entrar en casa.
-    Pásalo bien.
-    Y come algo.

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