Vale, soy una
‘minijaus’. Para que haya grandes, tiene que haber minis. Eso sí, me gusta que
la gente me respete. Por eso el dueño se quita los zapatos antes de entrar. Mi
dueño tiene un ‘minijob’. Antes debía de tener un ‘job’ del copón, porque vivía
justo en la casa de detrás, que ustedes no ven porque el fotógrafo ha acercado
el zoom para que se distinga esa mariposa que tengo dibujada en mi costado
izquierdo. Debía de ser una casa de estas en las que todo funciona con un
mando, que a su vez funciona con una pila que si se acaba la pila no funciona
la casa ni nadie puede hacer nada. Es como lo del trabajo, que si se acaba la
pila nadie puede hacer nada. Yo de estos temas sé poco porque todo lo que sé se
queda dentro de estas cuatro paredes, tengo esa naturaleza. Mi abuela –la Catedral de León- me lo
enseñó desde que yo era pequeña, una caseta de perro: “tú, bonita, oír, ver y
callar”. Ella ha visto la de Dios, lógicamente. Yo también, no crean, aunque al
tener menos capacidad a la fuerza conozco menos. Pero conozco bastante bien al
dueño. Dice que está arrepentido de muchas de las cosas que hizo antes. Eso es
normal, aunque la gente no lo reconozca, por orgullo. Mira las comisarías de
policía. Yo tengo una amiga comisaría de policía que ahora es una droguería y
está mucho más contenta. Mi dueño cuenta que explotaba a la gente. Todo legal,
por supuesto. Luego le explotó no sé qué del precio del aluminio en la cara y
ahora su antigua casa debe de ser un banco o una caja. En mi cuadrilla de
pequeña teníamos una oficina de una caja y no se le podía dirigir la palabra,
qué ínfulas. No sé, yo, al no tener muchas aspiraciones, voy bien. Creo que son
400 euros al mes lo que gana. Duerme de pie, encajando la cabeza en el techo.
Que así hace mejor la digestión y no sé qué. Me cuida bien, lo tiene todo muy
ordenado. Las casas de delante me joden un poco las vistas, pero así va el
mundo: dividido entre ‘jobazos’, ‘jobs’ normales, ‘minijobs’ y ‘jobs’
asquerosos. Hay personas que no saltan de uno a otro jamás. Deberían, sobre
todo del primero al último. Luego están los que no han trabajado nunca.
Yo no tengo nada
contra mi dueño, pero supongo que mucha gente sí. Si le sirve de algo…
Hace frío.
La mariposa la hizo
su hijo.
Le ve poco.
Ya pasará.
O no.
En el otro lado
tengo una ventana.
A la tarde, entra
el sol.
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