‘Un barco de papel, con mi niña yo me iré, si es necesarioooooo.
La llevaré a una cabaña, que yo compré en la montañaaaa.
Y que pagué con mi perro, mis poemas y mi guitarraaaaa.
Y ahí, los dos vivireeeeeeeemos.
Y haremos un huerteciiiiiillo.
Y venderemos sus frutos.
Pa recuperar mi perro, mi guitarra y mis versillos’.
- Esa es muy bonita, Brizna.
- Lo sé.
- ¿De quién es?
- De Manuel.
- Mía qué va a ser, Brizna.
- Nunca saldremos de ‘honraos, contigo’. No te enteras. Manuel Molina.
- No lo conozco.
- Eso ya lo supongo. No sé cómo me casé contigo.
- ¿Por el huertecillo?
- Vamos a dejarlo, vamos a dejarlo, que hay trabajo.
- Brizna, como hermano tuyo que soy…
- Si no quieres tocar el acordeón, no la toques, pero ‘callao’ un rato ya estarás o qué.
- Que digo…
- ¿No has oído a Brizna?
- No oigo otra cosa desde el 53.
- Payos, al jaleo, que llegan turistas. ¿Volando voy?
- Vamos allá.
- ¿Y si cantas esa de Manuel?
- No está hecha la miel para la boca del asno. Esta gente que viene a la trasera del Teatro Real es muy de grandes éxitos.
- Pero es una pena perder ese arte que tú tienes, Brizna.
- Eso me dijo la mama cuando me casé contigo.
- Te quiero.
- Y yo.
- A mi está situación de carabina me empieza cansar.
- ¡Tú naciste cansao! ¡Volando voy! Amos.
- Enamorao de la viiiiiiiiida, aunque a veces dueeeeeeeele…
- ¿Has visto, Jesús, esas minorías étnicas, que bien cantan? Échales unas monedillas.
- Aún si cantasen ‘Las Bulerías de Manuel’…
- ¿El qué?
- Nada, nada.
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