sábado, 24 de diciembre de 2011

De Roy Etzel


Aquí algo ha ‘pasao’. Me quedo frito diez minutos y ya no está la partitura. Ni mi trompeta. Hay que ver qué zapatos más feos lleva el tío. Los jóvenes de hoy en día tienen el gusto en el culo. Que, por cierto: vaya culo que tiene también. Va a tener que subir la cuesta del Labrit con la silla encajada. Que se joda. Por ladrón. Claro, como soy mudo no puedo decirle nada. Pero tengo un bastón. Y tenía una trompeta con la que me comunicaba. La gente que me suele ver con mi silla y mi trompeta en el Paseo del Arga cree que estoy loco, pero los locos son ellos. Y creen que porque me suba tan arriba los pantalones no tengo buen gusto. Sobre todo los más jóvenes, esos que llevan sus pantalones que parece que se han ‘cagao’. No por ser viejo y mudo es uno estúpido. Ni por poner cara de no entender nada. Los llevo subidos para que no se me mojen los dobladillos. ¿Para qué querrá ese tío mi trompeta, hoy, 24 de diciembre? ¿Me levanto y le arrimo una hostia? Se ha traído su propio atril, pero la partitura es la mía. La distingo por los mordisquillos en los bordes. La mordisqueo cuando me siento en la Villavesa y no puedo tocar la trompeta y me pongo nervioso con cómo habla la gente por el móvil para todo el autobús. Como no puedo tocar la trompeta, muerdo la partitura. Igual el tío sabe tocar y todo. O quizá esté haciendo una broma. Yo también hago bromas. Lo que pasa es que solo las entiendo yo. Pamplona estará hasta arriba de gente medio loca, toda junta en el mismo sitio. Y luego el loco soy yo. En fin.
Aquí se está bien. Luego cenaré. Como todos los días. Pero antes recuperaré mi trompeta y mi partitura.
La partitura es de Roy Etzel. Se llama ‘El Silencio’.
Ese tío no saca ese culo de ahí.