sábado, 31 de diciembre de 2011

Voy


No sé por dónde ir, por qué camino. Si es que hay un camino. O varios. Tengo la clásica tarde tonta en la que no te apetece nada, una tarde del Rajastán. Y que te apetece todo. Le daría un beso a esa chica del otro lado de la calle. Pero no lo entendería. O a lo mejor sí. Y no sé qué es peor. También tengo que decidir si estudiar o trabajar. Bueno, trabajar ya trabajo. Por eso estoy sentado en la escalera de este mercado, porque trabajar cansa. Estudiar cansa, también. Soñar no cansa nada. Yo sueño con todos los sueños que hay, a toda velocidad y sin pensar. Sueño con irme, con quedarme, con tener un trabajo de mierda de 10 horas y tener hijos y darles pan y que crezcan y que trabajen 10 horas de mierda y que tengan hijos y les den pan. Y a la vez sueño con nada de eso. No sé por qué tengo que estudiar, la verdad. Dicen que es bueno. Pero no sé para quién es bueno. Me lo dijo ayer una amiga de mi madre. Bien, no me dijo eso, me dijo la típica frase que te quedas con cara de tonto por no poner a tu madre en un compromiso: ¡cómo has crecido, Viswanathan! Claro, no voy a menguar, lela, tengo 12 años, joder. Pero te callas. Por la paz social. La gente con tal de hablar suelta cada cosa que acojona. Como cuando mi madre dice que tengo 12 años para 13. Hombre, madre, no voy a tener 12 para 36. Sería un caso insólito. Aunque igual los tengo. Eso de que se es más listo conforme se crece no lo tengo yo claro. Yo con 7 años me sentía imbatible. Ahora estoy más confundido. Pero sé que pasará. Siempre lo hace. Es solo cansancio. Y falta de sueño. Y de sueños. Los que sí que están confundidos son esos y esas occidentales que vienen en manadas a no sé muy bien qué del espíritu y la armonía y se vuelven llenos y llenas de sandalias y flores en el pelo y cintas de Ravi Shankar y alguna clase de conjunción astral o no sé qué. Como si aquí entregaran packs de soluciones. Yo no sé si es que en sus pueblos no tienen amaneceres y silencio y vacas y ríos y eso o qué les pasa. Bueno, no soy quien para decir nada. Yo también me iría de aquí a veces. Pero, por mucho que viajes, no te acabas de mover de tu sitio. De esta escalera, por ejemplo. Esa chica es muy guapa. Pero, con estas sandalias, si cruzo la calle hasta ella me mojaré. Y si me cojo un catarro no podré venir mañana a trabajar. Y mi madre se pondrá triste, porque mis hermanos pequeños aún no pueden trabajar. Y tenemos que comer. Porque si no comes eso de buscar la armonía universal no se puede, tienes otros problemas más serios. El nihilismo ese está muy bien. Pero yo no tengo tiempo para pensar en eso. Eso son cosas de ricos confundidos con cargo de conciencia, que es mejor que no tenerlo, no digo que no. Pero tampoco que sí. Yo solo tengo tiempo para trabajar y para soñar con qué camino coger. Si es que hay algún camino. Seguro que sí.
Hay un atardecer precioso.
Esa chica es muy guapa.
Tengo 12 años.
El futuro es mío.
Es solo un poco de cansancio.
Ya pasará.
¡Feliz año!
Voy a cruzar la calle.